España celebrará dentro de cuatro meses elecciones municipales en todo el país y elecciones autonómicas en 13 de las comunidades autónomas, así como en las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Los partidos ya van calentando motores, y queda poco tiempo para intentar convencer al electorado de votar a unos u otros, según sus programas o según su capacidad de engañar.
Más que uno de los partidos de "tercera vía" parece tener problemas con el arranque de sus motores, incluso hay uno al que le sale chamusquina magenta.
En estos comicios se trata de una contienda desnaturalizada, como tantas otras veces. pero a alguno incluso le parece costar más. Al ser elecciones a menos de un año de las elecciones generales, las municipales y autonómicas siempre acaban siendo un avance de lo que ocurrirá diez meses después.
Esta vez, la situación general de España condiciona aún más el voto de los ciudadanos. Salvo en municipios más pequeños, donde puede influir más la personalidad y/o la influencia de los candidatos que el partido al que pertenecen, igual que en las elecciones europeas pesará más lo que se quiere para el país en conjunto que para un municipio o una comunidad autónoma. El voto será, en muchos casos, de puro castigo al partido gobernante en el ámbito nacional, mientras que casi nadie se leerá los programas electorales -que de todas formas sólo se cumplirán a medias, si es que se cumplen- programas que suelen ser más superficiales que otra cosa y que no ofrecen detalladas soluciones de verdad.
Lo más preocupante y descorazonador es que en situaciones de especial gravedad la gran masa de los votantes no se atreve a apostar por alternativas. Hasta ahora, y quizás execptuando el período de ensayo de la transición política en España, la mayor parte de los votantes siempre se ha decidido por uno de los dos grandes partidos de izquierda y derecha, mientras que la extrema izquierda aglutinada en Izquierda Unida y el centro político resultante de lo que era Unión de Centro Democrático y posteriormente el Centro Democrático y Social, ha tenido una vida muy corta.
La evolución política de España ha sido siempre muy diferente de la del resto de Europa. En otros países de Europa Central siempre ha habido partidos liberales que de forma continuada, con más o menos suerte, han ocupado puestos de relevancia en el ámbito nacional, regional y municipal, y ya son más de veinte años que en varios de estos países existe una izquierda ecologista convertida en nueva burgesía progre que ha igualado en votos a los liberales e incluso los ha superado.
Pero en España no es así. Aquí los votantes, en su gran mayoría, en primer lugar no están informados, y en segundo lugar tienen miedo a los experimentos. También existen muchos que se dejan comprar - con subsidios o con falsas promesas, incluso con la manipulación de sus sentimientos políticos errantes. Pero de cultura política no hay nada, y es ahí donde reside el meollo de la cuestión, del problema de la España política.
En los últimos años han surgido varias opciones altermativas. Curiosamente, España como cuna del liberalismo de 1812 nunca ha desarrollado un partido liberal puro y duradero. Lo que siempre ha prevalecido ha sido el caciquismo, el personalismo y el borreguismo. Incluso muchos de los que se creían políticamente comprometidos han sido nada más que borregos, fanáticos, que querían imponer sus ideas incluso con la fuerza más bruta. Porque convencer es laborioso, y para convencer hace falta cultura política y cultura general, algo que en España, lamentablemente, nunca se ha fomentado. Un pueblo de borregos es más fácil de manejar. Así era en el siglo XIX, así fue en 2004, en 2008, y así seguirá siendo, muy probablemente, en 2011-2012.
Lo que ocurrirá ahora será que por hartazgo con lo que hay, muchos votarán al Partido Patético. Se olvidarán de los congresos búlgaros del PP celebrados en 2008. Se olvidarán de la ineptitud manifiesta de su líder -un líder impuesto por su antecesor, no por tener dotes de liderazgo y gancho entre la población- y votarán con tal de acabar con la agonía de una gestión socialista cada vez más totalitaría y desde siempre ineficaz. Pero no por el totalitarismo en sí, sino por no dar soluciones a la crisis, mientras que en otros países parece que están superándola.
El totalitarismo, como se ha visto en las elecciones autonómicas catalanas del 28 de noviembre de 2010, no parece preocupar mucho. La masa de la población no debe enterarse de nada de lo que ocurre en sus instituciones y parlamentos. Sólo se queja cuando le toca directamente. Pero por mucho que se queja, no actúa y sigue votando en plan borrego.
Pero no sólo Marianico el Tedioso tiene miedo a lanzarse, y eso que le sirven las oportunidades en bandeja. También los partidos de tercera vía parecen tener miedo, mucho miedo de lanzarse a la piscina. Y eso cuando sólo pueden ganar. Se ve que algunos piensan en coordenadas de estrategia política y no de oportunidad. Sólo que la tibieza no convence, y al final es como con el arroz: si se pasa, se convierte en una masa insípida incomible. Cada plato tiene su momento estelar, y un cocinero es bueno cuando sabe darle el toque adecuado en el momento oportuno.
Estamos en fechas decisivas que exigen decisión a los responsables políticos. Pero me temo que unos y otros, por miedos injustificados aunque comprensibles, no se lanzarán. Por añadidura, los grandes partidos pondrán todo su empeño en hacer fracasar cualquier alternativa, y así es que Marianico el Tedioso usa argumentos ciudadanos cuando su partido patético nunca ha hecho nada en esa dirección. Más bien se tratará de engañar a los votantes, como han hecho en Cataluña y como han hecho con sus congresos búlgaros, para luego seguir igual. Al fin y al cabo, una vez en el poder -pensarán- la gente ya se acostumbrará y se resignará, mientras que vaya mejor económicamente no habrá peligro. Y cuatro años son muchos años para que cuaje una nueva alternativa.
Y la tercera vía, en vía muerta. Es lo más cómodo para los grandes y lo menos comprometido para los pequeños. Allí estarán, a la vista de todos, a ver si alguien se anima a mandar una locomotora que tire de los vagones para sacarlos de allí y ponerlos en la vía general.
La cuestión es si realmente es vida ver pasar los trenes expreso y de alta velocidad mientras los vagones propios de oxidan en la vía muerta. Será por temor a la velocidad.
Una tercera vía llamada deseo |
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