Lo que trae el capitalismo salvaje e inhumano (lo inhumano es algo innato a los chinos) es descontento de aquellas parte de la población que no pueden participar en la riqueza creada, especialmente los pueblos sometidos como el tibetano. En eso, en China no prece haber cambiado nada desde los tiempos de los antiguos emperadores. La opresión de los pueblos sometidos es una práctica ancestral de los imperios, cuya economía vive en gran parte de la esclavitud, aunque hoy en día esa esclavitud no se llame así, al igual que las sociedades paralelas son la realidad de lo que los políticos nuestros llaman integración, una integración que según ellos depene del país de acogida y no del ciudadano acogido.
Lo que ocurre ahora en China es la consecuencia de la esclavitud moderna y de la opresión de territorios anexionados ilegalmente. Lo que ocurrió al Tibet se plasma muy bien el la película 7 Años en Tibet. Lo que ocurrió después y ocurre ahora es lo mismo que pasó en Hungría en 1956 o en Chequia en 1968: Occidente calló, se escondió y se dedicó palabrería hueca. Lo que tocaría ahora es boicotear las Olimpíadas en Pekín como primera medida de sancion y luego la obstaculización de las importaciones desde China y obligar así de paso a la industria occidental a vover a fabricar en Europa o América del Norte. Así se matarían dos pájaros de un tiro: Se haría tambalear el régimen comunista e imperialista chino y se apoyaría activamente la independencia del Tibet. Lo que no tiene lógica alguna es apoyar una independencia ilegal del Kósovo y luego no apoyar al Tibet para que recupere su ansiada libertad e independencia de China, pues su anexión fue del todo ilegal y contraria al Derecho Internacional.
Decir ahora que el boicot a las Olimpíadas no serviría de nada y que en todo caso mejoraría la situación de los derechos humanos en China es una falacia. Occidente haría mejor en mostrarse fuerte y decidido frente a regímenes totalitarios en lugar de anteponer los intereses económicos a los valores e ideales occidentales y que al fin y al cabo sólo benefician a las grandes empresas, pero no a los ciudadanos de las democracias occidentales.
No a la participación en las Olimpíadas en Pekín. Sí a la indepndencia del Tibet.