Grecia se ha convertido en el culebrón interminable de la economía europea. Cuando hace algo más de un año comenzó la primera crisis fuerte del país heleno, incapaz ya entonces de atender sus deudas del estado por haberse endeudado por encima de sus posibilidades, entre otras porque en Grecia viven como los dioses del Olimpo y apenas pagan impuestos, donde un cartero cobra una pensión de 3.500 euros y se podía jubilar antes de los 55 años, yo tenía claro que por muchas ayudas por parte del Banco Central Europeo a costa de los países que más o menos gestionan bien sus economías, Grecia no tenía ni tiene posibilidades de salir adelante en las actuales circunstancias.
Parece mentira que con tantos expertos en economía que existen en Europa, con tantas reuniones de altísimo nivel, con tantos políticos que llevan décadas en cargos públicos, nadie de ellos parece ser consciente de la gravedad del asunto, mientras que un ciudadano medianamente informado y sin ser experto en economía sepa desde entonces que la quiebra de Grecia y de otros países de la Eurozona es inevitable, por mucho que los políticos europeos se esfuercen por contarnos cuentos chinos y crear paraguas financieros más virtuales que reales.
A Grecia se sumaron enseguida Irlanda, España, Portugal e Italia. De Italia ya se lleva hablando muchos meses, y eso que es (o era) uno de los países fundadores del G-8, los 8 países económicamente más fuertes del mundo. España (que nunca había formado parte de dicho grupo, a pesar de la insistencia de Zapatero quien en 2008, cuando España ya había caído al puesto undécimo de las economías más fuertes del mundo, aún seguía empeñado en hacernos creer que éramos la séptima potencia económica mundial) lleva desde entonces tambaleándose entre una refinanciación de deuda y otra, pero comparado con Italia tiene una economía mucho más endeble, por lo que correrá la misma suerte que Grecia, aunque seguramente después de que lo haga Portugal.
La deuda exterior de Portugal está en más de un 40% en manos de bancos españoles, de modo que si quiebra el país vecino supondrá como mínimo muchas dificultades para la banca española. Seguramente, el tesoro del estado también compró muchos bonos del estado lusos, lo que agravará la situación de España. Eso de comprarse unos a otros deuda pública es muy peligroso, porque la supuesta cobertura financiera se vuelve ficticia, un procedimiento que en 1983 sirvió a Felipe González para expropiar Rumasa, aunque el coeficiente de caja sólo fue excusa para otros negocios mucho más turbios de los socialistas.
El BCE ya habla de un paraguas de 1,5 billones de euros, una cantidad que Europa no podrá cubrir. Y basta ya del cuento de que sólo es para dar avales. Si el avalado, de por sí en situación de suspensión de pagos, no puede pagar, los avalistas tendrán que responder, al igual que los bancos españoles tendrán que comerse la deuda portuguesa. Y ya han dicho que Portugal tiene dificultades para refinanciar los bonos que vencen este mes. Todo ello gracias a los socialistas que acaban de perder el gobierno.
Los esfuerzos que hacen los políticos europeos están dirigidos básicamente a mantener el euro como moneda única y aprovechar la situación para dirigir directamente las economías nacionales de los países periféricos. Ambos objetivos son los del Club Bilderberg, y ya se sabe que Merkel, Juncker, Sarkozy, Rompuy, la baronesa inglesa, Blair... son todos miembros de dicho club conspirativo.
Lo que ocurrirá es que el euro no se podrá salvar. Los países de la eurozona son tan dispares en su funcionamiento y su tejido industrial (Grecia apenas tiene tejido alguno, ni siquiera tiene un catastro, las facturas de la luz se pagan en efectivo y facturas en general son una rareza) que es imposible que puedan tener todos una política económico-financiera homogénea, de modo que la vuelta a las monedas nacionales es inevitable.
En Grecia nació lo que se entiende por Europa, pero es un país que ha perdido toda su europeidad desde la ocupación turca de varios siglos de duración. Su estructura económica sigue siendo turca, su comida se parece bastante a la turca, y físicamente los griegos poco tienen que ver con los griegos de hace dos mil años. Quizás lo único que les queda es su lengua, su escritura y el legado de sus pensadores. Allí donde empezó Europa parece que va a acabar, al menos como unión de estados con moneda única. La idea europea en sí fue bonita, pero ha sido malutilizada y tergiversada por los que nos gobiernan. Bruselas está fuera del control democrático, porque sus cargos no se eligen por los pueblos europeos - y porque el Parlamento Europeo no tiene apenas influencia sobre la Comisión Europea, dominada por gente de Bilderberg. Las leyes se hacen en la Comisión, no en el Parlamento Europeo, y los parlamentos nacionales se han quedado en meros tramitadores de la legislación fabricada en Bruselas.
Precisamente este es el problema de Europa: ser manejada por oligarcas ajenos a la realidad en los 27 países miembros. Grecia caerá más pronto que tarde, y después caerán otros, lo que anunciará el fin del nuevo imperio europeo. No olvidemos que Roma sucumbió por ser demasiado grande, demasiado dispar e incontrolable en sus confines, llena de esclavos de terceros países y con gobernantes corruptos y decadentes. ¿No nos suena esto? Claro, cambian las formas, pero el fondo subsiste. La historia se repite, sólo que no lo quieren ver. El ocaso del imperio de la UE llegará con rapidez, pero frecuentemente los cambios radicales y repentinos son beneficiosos, porque abren nuevos horizontes.