¿Es un país totalitario un estado de derecho? ¿Supone la limitación de las libertades un paso más hacia el totalitarismo? ¿En qué medida el consumo de tabaco constituye un delito contra la salud pública?
Éstas y otras preguntas se puede uno plantear tras la entrada en vigor de la ley que prohíbe el consumo de tabaco en locales públicos cerrados, bares y restaurantes, especialmente porque la dureza de la aplicación de la ley deja algunas dudas en cuanto a la licitud de la limitación de la libertad de decidir de los dueños de locales de hostelería si permiten o no el consumo de tabaco en sus establecimientos. Aunque los bares y restaurantes son locales abiertos al público, no dejan de ser locales privados, aunque por otra parte debe prevalecer la protección de la salud de los no fumadores frente a la libertad de los fumadores de consumir tabaco. Seguramente es un tema de máximo interés para los teóricos de la ética y la filosofía, pero también para los estudiosos de derecho constitucional.
Lo que me parece un efecto colateral condenable es que la bolchevique plantearia y ministra de sanidad Leire Pajín esté llamando a la denunciación indiscriminada y anónima de todo infractor de la nueva ley.
Pajín dice que la ley del tabaco se aplica con toda normalidad y confía en que siga así. En declaraciones a la cadena Ser, Pajín ha reconocido que los cambios de hábitos no se producen de la noche a la mañana, pero ha considerado que el hecho de que la fecha de entrada en vigor de la ley -el 2 de enero- se hubiera anunciado con tanta antelación ha ayudado a que se desarrolle con normalidad.
Preguntada sobre si se disponen ya de datos sobre denuncias, la ministra se ha limitado a recordar que cualquier ciudadano tiene la posibilidad de denunciar el incumplimiento de la ley como ocurre con cualquier otra norma legal. No obstante, la titular de Sanidad ha destacado que el alto consenso parlamentario y social con el que ha nacido la ley es la mejor garantía para su cumplimiento. Por ello, se ha mostrado "absolutamente convencida" de que "la mayoría de los ciudadanos, como ha ocurrido en las primeras horas, la van a cumplir".
Está bien concienciar a la población de los efectos nocivos del tabaco. Considero que incluso es positivo que los locales dejen de apestar a humo frío de tabaco. Los ambientes se harán más respirables y se reducirá la tentación de fumar porque lo hagan los contertulios o comensales mientras toman una copa o pasan una velada en un restaurante. La incomodidad de fumar en la calle acabará por convencer a los fumadores de dejar o reducir su hábito y contribuirá a una mejora de la salud en general de muchas personas. Asusta ver o saber cómo algunos fuman uno o dos paquetes diarios atiborrando sus pulmones y sus venas de las partículas venenosas de los componentes del tabaco.
En Italia hubo muchas protestas cuando se aprobó la ley antitabaco restrictiva al cien por cien desde el principio, pero al año la población había aceptado dicha ley sin más problemas. Todo es acostumbrarse, y renunciar a malas costumbres cuesta sobre todo por el efecto de adicción que éstas dejan en los que las practican.
Pero lo preocupante es que lo que hasta ahora era un hábito consentido y hasta hace pocos años promovido públicamente se convierte de un día para otro en delito y excusa para limitar la libertad de los individuos. Permitir que se puedan hacer denuncias anónimas sin que medie un perjuicio personal del denunciante fomenta que algunos puedan utilizar la nueva ley antitabaco para amargar la vida a cualquiera contra quien puedan guardar rencor por algo o simplemente porque disfrutan con hacer la vida imposible a los demás.
Las restricciones del consumo de tabaco deben ir acompañadas de una campaña de información y la aplicación de medidas contra otro tipo de actividades ilícitas de mucha más gravedad que el fumar, como pueden ser venta de drogas cerca de centros escolares, el ejercicio de actividades económicas ilegales en vías públicas, los botellones en cualquier parte de las ciudades y que ahora se verán potenciados por la prohibición de fumar en los bares, las molestias de ruido que no dejan dormir a los vecinos de las calles afectadas, etc.
Y también resulta preocupante que este gobierno socialista trabaja con constancia en cualquier ley que suponga limitar más las libertades individuales, mientras que se preocupa menos por otras cuestiones más urgentes. A este ritmo vamos hacia el estado totalitario, a la opresión bolchevique de otros tiempos. No olvidemos que en los países comunistas en los años cincuenta estaba terminantemente prohibido bailar "bailes decadentes de occidente", lo que podía suponer ser detenido, como también pintar un bigote a padrecito Stalin fácilmente podía costar muchos años en una prisión con torturas físicas y psicológicas que muchos no sobrevivieron. Las chekas de Rubalcaba no quedan muy lejos. Y si no, tiempo al tiempo.
2 comentarios:
Durante décadas ha imperado la libertad absoluta de fumar en todos los establecimientos públicos (o abiertos al público). El resultado: un índice de tabaquismo desmesurado, especialmente entre la población más joven, y la injusticia de que los que no eligen esa forma de morirse se vean también abocados a ella o, al menos, a sufrir problemas de salud por el vicio de los demás. No hay oferta de ocio sin tabaco, no se concibe que un grupo de amigos opte de común acuerdo por un establecimiento libre de humo, no hay una cultura del respeto, no hay posibilidad de elegir. ¿Tenemos que seguir así? Yo creo que no.
Reflexión de una No fumadora. El tabaco es perjudicial para la salud, lo producen las compañías tabaqueras, pero no se ataca al producto dañino y al que se lucra con él sino al consumidor: el eslabón más débil de la cadena . ¡Ah, es que el tabaco está gravadísimo por los impuestos! La doble moral. Siempre es mejor educar que prohibir.
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