Desde que el volcán islandés Eyjafjallajokull comenzó a escupir lava y nubes de cenizas, en Europa se suceden sin parar catástrofes varias - todas ellas políticas y económicas. Es como si el volcán nos quisiera anunciar que vienen tiempos sombríos o al menos turbulentos, lo que recuerda mucho a los relatos bíblicos sobre señales que anuncian cambios importantes en el mundo.
Quizás la catástrofe más importante es la del Euro. No es que sea una sorpresa, pero según van saliendo detalles sobre el asunto de la bancarrota inminente de la república griega, gobernada desde el derrocamiento del Rey Constantino II por dos o tres dinastías de familias caracterizadas por su gestión nefasta del país, queda a la vista el diletantismo de los gobernantes europeos en general, su absoluta irresponsabilidad cuando se trata de gestionar los fondos públicos y la falta de previsión.
Cuando se creó la moneda única europea, se estableció que el endeudamiento de los estados miembros no podía superar el 3% del PIB y que el Banco Central Europeo (BCE) sería una institución independiente y no podría ser presionada por ningún gobierno de la UE ni por la misma Comisión Europea. Ahora sabemos que no sólo prácticamente odos los estados miembros han incumplido las reglas de estabilidad, sino que además el BCE ha cedido a presiones políticas creando un fondo de garantía dotado con más de dos veces el PIB anual alemán.
Lo más grave es la falta de criterios claros para afrontar la crisis griega y la subsiguiente crisis del Euro. Tanto la canciller alemana Merkel como la Comisión Europea en su conjunto no han dado más que bandazos a la hora de tener que decidir qué hacer con Grecia.
Grecia entró en el Euro sin cumplir los requisitos para entrar. Aquello fue una decisión política irracional basada en el mito de que Grecia es la cuna de Europa. Sólo que la Grecia actual poco tiene que ver con la que se considera cuna de Europa, pues hoy en día tiene más de país turco que greco-europeo a consecuencia de la ocupación turca durante siglos. Eso se refleja en muchas cosas, como la comida, ciertos rasgos físicos y en que la economía griega estaba marcada hasta hace poco por un sistema económico turco. Eso quizás explique también la poca seriedad de los gobiernos griegos en el manejo de los fondos públicos y la ausencia de un control fiscal eficaz, pues según parece, en Grecia la mitad de las operaciones comerciales pasan por una caja B.
La situación de Grecia es para echar al país del Euro, más aún teniendo en cuenta que los griegos, en lugar de razonar y tomar medidas, se dedicaron a despotricar contra los demás, especialmente contra Alemania, achacando su crisis a la invasión nazi de hace más de 67 años. Eso suena como cuando una ex ministra española de cultura del PSOE dijo eso de que los males del sistema educativo español se deben al franquismo.
Pero Grecia sólo es la punta del iceberg de la crisis del Euro. Después hemos sabido que España está en una situación muy parecida a Grecia, con la agravante de que es la quinta economía europea, mientras que en extensión y peso Grecia sólo es comparable con Cataluña. Pero no sólo España, también Portugal. Los tres países malgobernados por socialistas.
El caso de España es especialmente grave y demuestra que tener socialistas gobernando es lo peor que puede pasar a un país. Con Aznar España generaba superávits presupuestarios, con Zapatero la caída ha sido espectacular.
Por mucho que la UE cuente ahora con un fondo de garantía de 750.000.000.000 €, que nos aseguran constituye sólo un sistema de avales para la refinanciación de la deuda de los países en bancarrota técnica, el Euro no hace más que caer frente al dólar estadounidense. Los avales no suponen, además, ninguna garantía para una recuperación de las economías tocadas de ala, sino todo lo contrario. La bancarrota de Grecia parece inevitable. Los expertos más serios, que no tratan de maquillar la información que nos pasan los gobiernos, aseguran que no hay nada que hacer y que al final son los avalistas los que pagarán el desaguisado. Según ellos, sería mejor que países como Grecia suspendan pagos y traten de renegociar su deuda, porque de lo contrario serán los contribuyentes europeos los que tienen pagar al tener que subirse los impuestos cada vez más.
La UE demuestra que se ha convertido en un engendro ingobernable. La Comisión Europea trata de tomar el control de la política económica de los países, pero carece de legitimación democrática. Los parlamentos nacionales han devenido en meros órganos de tranmitación de legislación europea sin que los representantes elegidos por el pueblo tengan nada que decidir.
Desde que tenemos el Euro, nuestro poder adquisitivo ha bajado brutalmente, igual que ha disminuido la soberanía nacional. Quizás lo mejor sería abolir el Euro y restablecer las monedas nacionales, porque la ventaja de usar la misma moneda en más de la mitad de los países de la UE no compensa las desventajas de sus consecuencias. Aquí cada país sigue haciendo lo que le viene en gana en lugar de buscar un consenso sensato y eficaz.
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