En las últimas cuatro semanas ha quedado más que evidente el deterioro de la imagen exterior de España. Una política exterior más que errónea unida a la falta de habilidad del ejecutivo para afrontar la crisis económica y los problemas políticos internos del país han convertido a España en el hazmerreír del mundo entero. Hasta los países más insignificantes del plantea juegan al frontón con un gobierno incapaz de dar respuesta a los problemas que se ciernen sobre él.
No bastante con el episodio más que lamentable del secuestro de un buque atunero en aguas somalíes y el espectáculo bochornoso de la detención y la discutida mayoría de edad de uno de los dos piratas llevados a España para ser juzgados, el pago de un sustancioso rescate por el buque explotado bajo la bandera de un tercer país (Seychelles) y el posterior fiestón celebrado en el poblado de los piratas en Somalia dejó al gobierno en evidencia entre mentiras y excusas. Poso después, seguramente animados por la ineficacia del ejecutivo español y la alta rentabilidad del secuestro del buque, se produjo otro secuestro en Mauritania, esta vez de unos cooperantes catalanes de Acció Solidària.
La semana pasada hubo otro azote para este gobierno fanfarrón e inepto en aguas de Gibraltar con la detención de cuatro guardias civiles que perseguían a narcotraficantes por la Bahía de Algeciras y que se adentraron en aguas gibraltareñas, bajo soberanía británica, incidente por el que Rubalcaba pidió disculpas al gobierno gibraltareño.
Dejando al margen de si la actuación del lado británico ha sido procedente por razones de soberanía, lo que parece del todo chocante es que no exista una cooperación entre los cuerpos de seguridad españoles y británicos cuando se trata de perseguir a delincuentes y que la policía gibraltareña dé más importancia a detener a los guardias civiles por no respetar la soberanía británica del Peñón y sus aguas en lugar se aplicar esta regla a los delincuentes que se mueven libremente por su jurisdicción sin ser perseguidos.
Al asunto territorial de Gibraltar se sumó, además, él de Aminatu Haidar, ciudadana del antiguo Sáhara Español (desde 1975 una patata caliente de la política exterior con Marruecos) y a la que el gobierno marroquí retiró el pasaporte y le impidió volver a El Aaiún. Está claro que el gobierno de S.M. el Rey Mohamed VI se tiene que estar partiendo de la risa viendo lo fácil que es desconcertar al gobierno español, incapaz de dar una solución razonable a un asunto que en realidad no ha sido provocado por él, pero que por otra parte tampoco sabe resolver de una forma satisfactoria. Es sorprendente con qué facilidad reparte este gobierno pasaportes españoles y cuáles son sus argumentos para hacerlo. Lo que llama la atención es que no denuncie internacionalmente la irregularidad de que un país pueda retirar el pasaporte a uno de sus ciudadanos e impedir que vuelva a su lugar de residencia sólo por ser crítico con el gobierno de su país. Haidar se ha convertido en otra patata caliente para un gobierno español buenista desconcertado ante tanta maldad que intenta disfrazar de otra cosa menos negativa.
Estos cuatro asuntos de política exterior son una clara advertencia de que la deriva de España es cada vez más preocupante. Las grandes naciones ignoran a nuestro país, y las pequeñas e insignificantes se convierten en grandes actores de la escena internacional zurrando al gobierno español que da gusto. Además, no parece que el ejecutivo liderado por Zapatero cuente aún con apoyos de los aliados tradicionales de España, como son o han de ser los otros estados miembro de la Unión Europea, pues en los problemas mencionados no se ha visto que la UE apoyara a España lo más mínimo, y en el caso concreto de Gibraltar se trata, realmente, de un conflicto entre dos países pertenecientes a la UE.
Todo esto no es de extrañar. Moratinos disfruta como un enano visitando a dictadores comunistas y muestra desprecio por los que se oponen a dichos regímenes. Zapatero tiene predilección por dictadores como Chávez o Morales, con los que se puede entender en español, mientras que rehuye a los europeos por no saber cómo comunicarse con ellos ni lingüística ni políticamente. Adolece, además, de un conocimiento de la realidad política de Europa en general y de la Europea oriental en particular, mientras que en España no es capaz de encauzar la política autonómica como correspondería a un presidente del gobierno. Y no suficiente con todo esto, España ya ha recibido más de una advertencia de que su política económica no es la adecuada para reconducir la crisis económica, lo que supone un daño considerable para el atractivo de España para inversiones del exterior.
Si ésta va a seguir siendo la gestión política hasta marzo de 2012, es fácil imaginarse las consecuencias a largo plazo. Lo más preocupante es que no sólo seguirá todo como hasta ahora, sino que irá a peor. La imagen gótica ha sido más que un desliz protocolario del gabinete de Zapatero: Ha sido una señal de lo que será nuestro futuro como país en el concierto internacional.
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