España está en declive masivo, para simular una expresión rubalcábica: La economía está en caída libre, la política se deteriora cada día más sin que exista un partido de oposición fuerte capaz de hacer frente al desaguisado del gobierno. Los políticos en general, y los socialistas y nacionalistas en particular, se preocupan por quimeras que nada aportan al bien común. En los pueblos sigue percibiéndose la España profunda de otros siglos cuando se trata de poner orden. Mientras, el gobierno se guía por criterios exclusivamente ideológicos en lugar de optar por soluciones pragmáticas y, si queremos, tecnocráticas, las únicas que podrían salvar la maltrecha economía nacional y un sistema político llamado democracia cada vez más alejado del pueblo y de las necesidades de los ciudadanos.
Ya a principios del gobierno Zapatero, Gustavo Bueno definió muy bien lo que es el pensamiento de Zapatero: El Pensamiento Alicia. Es una forma de pensar despegada de la realidad, sin sentido alguno de responsabilidad y sin visos de llevar a buen puerto. Ideas trasnochadas que vagan entre las tinieblas de alguien que siempre quiso ser revolucionario, pero sólo por el morbo que le causa, no porque hubiera alguna necesidad perentoria de cambiar las cosas de golpe. Ideas de alguien que quiere ser revolucionario sabiendo que no puede, pero simulando poder serlo. Es decir, un lunático.
Así es que este fin de semana pasado Zapatero dijo entre otras sandeces: «Junto a vosotros este año volvemos a sentirnos orgullosos por contar con Penélope en los Oscar. El cine español puede estar en lo más alto en el desarrollo, tiene una salud creativa extraordinaria. Cientos de veces los agoreros han intentado anunciar su muerte, pero el cine español siempre resucita y su vigor es nuestro vigor. Un cine español fuerte es y será expresión de un país fuerte.»
A mi, Zapatero siempre me ha parecido una especie de Adolfo Hitler, no por su orientación política, que también, sino por su vida completamente ajena a la realidad. Mientras el dictador de origen autriaco vivía en sus fantasías y redactaba sus discursos, otros preparaban cosas mucho peores. Zapatero va a mítines pronunciando discursos que nada tienen que ver con la realidad, y uno se pregunta si es consciente de ello o si cree realmente lo que dice. Hitler era igual. ¿Quereís la guerra total? Y todos gritaban que ¡¡¡sí!!! (todos los que llevaban a llenar los estadios, los teatros, igual que se hace hoy en día).
Y para muestra, un botón: La entrega de los premios Goya, requetéfinanciados por el "régimen" actual, contó con una recepción del presidente del gobierno, pero a la que acudieron muy pocos, que, según la ministra del ramo se encontraban cansados tras una noche de fiesta, drogas y rock'an'roll (es un decir), igual que suele pasar a Zapatero, que se cansa rápidamente y suele no acudir a ciertos encuentros por acumulación de responsabilidades. Y así salió otra de sus perlas:
«...de la incidencia del cine en nuestra economía [yo diría en los presupuestos generales]. Cultura e industria, memoria y progreso, talento y profesionalidad. Todo eso es el cine. Nosotros, verdad ministra, nos sentimos orgullosos de que seáis nuestros ojos, nuestra cara, nuestra voz, nuestra historia.» También se podría resumir lo dicho con el refrán: Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
Más críticos son los británicos. Como afirma la revista "The Economist" en un artículo muy crítico con la gestión del gobernante español, titulado "El zapping de Zapatero", en el que se afirma que "después de mucho tiempo de aplazar las decisiones y de paranoia, ha llegado el momento de que el presidente del Gobierno demuestre liderazgo".
La publicación argumenta que España necesita urgentemente reformar su mercado laboral, su estructura económica y su sistema de gasto público, y que debería tomar ejemplo del ex presidente socialista Felipe González y lograr un pacto con la participación de sindicatos, empresarios y partidos políticos.
"The Economist" advierte de que Zapatero "tiene pocos meses para demostrar que puede adoptar las medidas radicales necesarias para prevenir años de estancamiento, que podrían desatar los desórdenes sociales que teme. Retrasar el dolor sólo lo incrementará".
"Si no sale de él liderar este proceso, muchas personas en su propio partido, así como los españoles de a pie, pueden empezar a preguntarse pronto por qué está en el Palacio de la Moncloa", se afirma en este artículo, en el que se considera que "hay buenas razones para que los inversores se preocupen por España".
Pero hay que tener mucha fe para creer que Zapatero quiera y sea capaz de acometer reformas, unas reformas que llevan un retraso de al menos cinco años. Los datos no son nada halagüeños:
España tiene la tasa de desempleo más alta de Europa, un 19,5%, la economía sigue en recesión, no habrá un crecimiento apreciable hasta 2011 y el déficit ha aumentado hasta el 11,4% del PIB en 2009 debido a la reducción de los ingresos impositivos y al gasto generado por el paro.
"Sin una vuelta más rápida al crecimiento, la deuda pública puede convertirse rápidamente en insostenible", dice la revista.
"The Economist" acusa a Zapatero de "empeorar las cosas" y le critica "por fracasar a la hora de prever que la caída se avecinaba", por "hacer un diagnóstico equivocado al pensar que sería una recesión frente a la que sólo había que esperar" y por "seguir financiando el paro con dinero público y subiendo las pensiones y los sueldos de los funcionarios, dejando de lado las reformas".
Ha sido la reacción de los mercados, poniendo en tela de juicio la solvencia de las finanzas públicas españolas, lo que ha hecho reaccionar al Gobierno socialista, según señala esta publicación.
Y cuando se ha reaccionado, añade, ha sido para "lanzar abruptamente un plan de austeridad y una vaga reforma del mercado laboral, de la que se retiraron algunos aspectos en cuanto se escucharon las primeras declaraciones de protesta".
No olvidemos que ya en tiempos de Felipe González fue necesaria una reestructuración drástica del mercado laboral y de algunos sectores industriales, de lo que aún arrastramos aquellos "contratos basura" que ni Aznar ni Zapatero han sabido remediar. Tampoco se ha reformado el sistema de formación técnica, sólo se ha hablado de introducir un sistema similar al alemán, con aprendizajes reglados y acompañados de la necesaria formación académica. No se ha hecho nada.
"The Economist" concluye que los problemas de España "empiezan en casa", empezando por un boom económico que se sustentó únicamente en el sector inmobiliario, por una economía con altos costes y baja productividad, y por un sistema laboral asimétrico, que protege en extremo a unos trabajadores y deja indefensos a otros. Allí está. Los problemas se conocían ya en 2004. Entonces, ¿por qué los socialistas optaron por presumir de la buena marcha de la economía heredada de Aznar, cuando evidentemente necesitaba de una reforma sustancial?
Además, dice "The Economist", "años de comprar a los Gobiernos regionales con dinero en efectivo y excesivas devoluciones de competencias han derivado en que el Gobierno central sólo controle directamente un quinto del gasto, mientras las empresas tienen que superar las montañas que suponen las regulaciones que se solapan". Hemos allí el otro gran problema de España: Igual que en los ochenta hizo falta una reconversión industrial, ahora haría falta una reconversión autonómica: Reducción de autonomías, unificación de las legislaciones autonómicas, sobre todo en materia de industria y actividades económicas, reducción del aparato de funcionarios y unificación del sistema educativo con contenidos básicos comunes a todo el país.
¿Alguien será capaz de acometer estos cambios? Lo dudo mucho. Como mucho, Ciudadanos (C's) sería capaz de cambiar las cosas, pero para eso hacen falta mayorías cualificadas. Teniendo en cuenta que en 2008 aún hubo 11 millones de spañoles votando a un gobierno manifiestamente inepto y con una crisis confirmada ya por el exterior desde hace tiempo, las dudas sobre el buen criterio de esa mayoría que vota y elige a un partido para asumir el gobierno crecen aún más. Sólo nos queda esperar que al final se impongan la razón y el realismo sobre la necedad y el pensamiento Alicia.
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