Ayer tuvo lugar en Madrid una nueva manifestación de la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo). La delegación del gobierno sólo autorizó un recorrido limitado con el fin de deslucir la protesta (Santa Entracia hasta Plaza de Colón) y mintió nuevamente acerca del número de participantes.
Un gobierno que presume de decir siempre la verdad (es decir: la mentira - véase "1984" de Orwell) usa esa dialéctica totalitaria de negar la realidad y de presentarla cómo le conviene. Muy al contrario de olo que ocurría durante el gobierno de Aznar, la televisión pública en manos del pZoe se utiliza para manipular. Mientras que las manifestaciones demagógicas de la izquierda se retransmitían en directo por la cadena pública, desde que gobierna Z se omite la información.
Dijo hace unos días la vicepresidenta del gobierno, María Teresa de la Vogue "La Fashionaria", que ellos siempre están con las víctimas, sean de la asociación que sea y de la ideología que tengan, pero la realidad demuestra lo contrario. ¿A qué viene la constante descalificación de estas manifestaciones y el desprecio hacia las víctimas? ¿Dónde está esa asociación que montó el pZoe para restar representatividad a la AVT? La señora Manjón está muy callada desde hace tiempo, tan parlanchina durante el período posterior a los atentados del 11-M.
Seguramente, la asistencia no fue la que yo esperaba que hubiera, pero aún así no se puede negar importancia a más de medio millón de manifestantes venidos de toda España para protestar contra la política proetarra del gobierno. La constante afrenta contra las víctimas de ETA al tratarlas como los malos de la película mientras se intenta presentar a los separatistas vascos como demócratas dedicados a encontrar una vía para el diálogo, es realmente indignante.
Lo que no nos explican nunca es el contenido de ese diálogo y esa paz en un país que no está en guerra, sino en el que existen organizaciones criminales que intentan imponer por la fuerza una independencia de tres provincias que nunca han sido un país independiente y nunca han sido pobladas por un pueblo con identidad propia, sino por una población española con características regionales particulares, igual que suele pasar en cualquier parte de cualquier país europeo.
Nunca dejan claro que no hay nada negociable. ETA-Batasuna-PNV-etc. buscan una sola cosa: la independencia. Y no sólo eso: Quieren anexionarse a la comunidad foral de Navarra, lo que es aún más una contradicción histórica. Navarra sí fue un reino independiente que se unificó con España por lógica y voluntariamente. En último extremo sería Navarra la que podría reclamar la reincorporación de Guipúcoa como parte histórica de su territorio.
Negociable sólo sería la fecha de la independencia o del referéndum para decidir sobre ella. Es una agenda muy clara y escueta. Entonces ¿para qué tantas reuniones con ETA? Sólo cabe pensar que, como oficialmente el gobierno de Z no puede reconocer estar completamente a favor de las pretensiones etarras-nacionalistas-separatistas, quieren dar pasitos para apaciguar el ímpetu violento y totalitario de ETA y acostumbrar al pueblo español lo que a todas luces parece ser una evolución inevitable. Lo que resulta incomprensible es que un gobierno de la nación se autorreduzca a una especie de gobierno gestor de la disolución de la unidad nacional cuando lo que realmente debería interesarle es mantener la unidad nacional y la autoridad de un gobierno de España que quiera y debería querer preservar un estado unido y estable, y encima negocia con un grupo que carece de toda legitimidad democrática y cuyo brazo político (actualmente ANV+PCTV) no alcanza una representatividad institucional suficiente para erigirse en representante del "pueblo vasco" o la "sociedad vasca", lo que se quiera que esto sea.
Sólo mentes mezquinas y provincianas, infantiles e inmaduras, trasnochadas y soñadoras pueden querer algo diferente. Hoy en día faltan políticos con formato de grandes estadistas, hombres de estado bien formados, cultos y con principios, conscientes de la realidad social y económica, conocedores de la historia y, por tanto, seguros de lo que se debe hacer y lo que es conveniente que se haga. Pero lo que tenemos hoy en día en Europa son políticos nacidos de una generación de pseudorrevolucionarios resultantes de aquel movimiento de la llamada Generación del 68 (las revueltas estudiantiles tirapiedras y antisistema de París y Alemania) de los hijos de una burgesía inmovilista satisfecha con los logros económicos de la posguerra (guerra mundial), gente que fomentó la indisciplina y la rotura con los valores tradicionales por considerar más divertido destruir que construir.
El consenso de la transición en España no fue sino obra de hombres de estado y gente bien formada de la época anterior, pues si algo positivo hubo durante el franquismo era la formación de la élite intelectual, al margen de la ideología que dominaba a la sociedad. Los discursos eran claros, y no existía ambigüedad de valores.
La ambigüedad de valores comenzó con eso del "centro". Ser centrista, tanto de izquierda como de derecha, no es otra cosa que mezclar y diluir los valores y principios, por lo que éstos se convierten en inestables buscando la estabilidad, y esa búsqueda de la estabilidad puede llevar a los extremismos más que al consenso. Centrismo sólo puede ser una solución para salir del paso, pero no una opción duradera, lo que quedó patente con UCD y los intentos posteriores de Don Adolfo Suárez al mantener esa ambigüedad que le ayudó a salvar los obstáculos de los primeros años hasta 1981, pero no valía ya en los años posteriores al pulverizarse ese centro del consenso. Y lo que tratan de decirnos con eso de ser "de centro" no es otra cosa que confundirnos.
Después hay una gran diferencia entre lo que son los valores de la izquierda y de la derecha. La izquierda sólo sueña con la revolución, el romper con lo establecido para crear algo nuevo y terrorífico que va en contra de la naturaleza del hombre, por lo que hay que imponerlo por la fuerza, con la mentira, la demagogia y recurriendo a un materialismo dialéctico marxista-leninista-estalinista. Sólo responden a los intereses de grupos dirigentes para los que el pueblo sólo es un escollo y que debe ser manipulado y moldeado con frases huecas y biensonantes para hacerlo dócil mediante la manipulación terminológica y la anulación de la capacidad de pensar por sí mismo con conocimiento de causa. El mejor ejemplo para ello es el sistema educativo actual y sus contenidos. "Hacer a todos actuar como yo quisiera, ese es mi poder" (definición de Voltaire).
En cambio, la derecha se basa en valores bien asentados que tienen mucho fundamento empírico. Son valores acordes con la naturaleza humana, de sentido común y con una tolerancia intrínseca suficientemente generosa como para que todos puedan vivir y ser felices según su propia visión de la vida, que implican el respeto hacia los demás y, por consiguiente, suponen una autolimitación natural que permite a todos disfrutar de las mismas libertades en igualdad de condiciones. Claro que siempre hay sectores tendentes a la imposición, pero argumentando con estos mismos valores fundamentales (cristianos, políticos, sociales) también se les puede hacer ver que la libertad del hombre en una sociedad democrática no puede ser limitada por nadie, sino que sólo se puede encontrar sus límites donde empieza la libertad de los demás y que, por tanto, tiene que ser la misma para todos.
Las reacciones del gobierno socialista son una muestra más de su falta de talante democrático, en primer lugar su falta de respeto hacia los que han sufrido en sus carnes la acción terrorista, y en segundo lugar hacia una inmensa mayoría de la población que disiente de las proclamas de Z y sus locuaces. Ellos mismos se contradicen con lo que afirman al usar términos huecos, huecos por su falta de contenido real y programático, y lo que practican. Un gobierno que presume de aplicar siempre la ley y de respetar la legalidad (tan en consonancia con los principios de su adorado fundador Pablo Iglesias, quien dijo: "Permaneceremos en la legalidad mientras ésta nos sea útil" ) debería mostrar más talla democrática occidental (no democrática en sentido estalinista) y respetar, ante todo, la libertad de manifestarse y de defender planteamientos diferentes a los suyos. Pero para eso hacen falta principios basados en valores y cultura general. De ambas cosas carece la izquierda en España y en el mundo.
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