Quizás este concurso de la canción de Eurovisión haya sido el más soporífero y anodino desde hace muchos años. Lo que más llamó la atención fue que casi todos -menos España, Grecia, Portugal, Israel y Serbia- cantaron en inglés, y casi me atrevería a decir que entre unas y otras canciones poca diferencia había. Otra nota curiosa fue que la mayoría de los cantantes eran hombres, también bastante similares entre ellos. Todo ello ya dejaba entrever que la votación sería bastante anodina, y luego quedó claro por qué. Foto: Daniel Diges con sus 'juguetes' representó a España con dignidad, pero con Jaime el espontáneo no faltó el intento nacionalista para estropearlo todo.
En las dos últimas ediciones la nota destacada era que los países del este no sólo dominaban en número, sino también se votaban entre ellos dejando completamente al margen a los países occidentales, fundadores del concurso de Eurovisión. Que esto tenía que cambiar estaba cantado, porque los que pagan más que nadie por mantener Eurovisión son los países fundadores.
Pero ¿cómo conseguir que se pudieran amañar unas votaciones -al margen de los amiguismos entre los países del este- sin que llamara demasiado la atención? Pues con que todos cantasen lo mismo: la misma lengua, el mismo estilo, el mismo aburrimiento. Casi todas las canciones se podrían intercambiar entre los países y no se notaría. Se ha conseguido eliminar toda identidad nacional, toda particularidad de estilos y culturas presentando un concurso de canciones uniformes, unísonas y unilingües. Igual da. Viva la igualdad. Fotos: Los griegos fueron quizás los más originales.
¿Y por qué amañar todo un sistema de votaciones? Pues por una parte porque en estos tiempos de crisis nadie quiere gastarse dinero en organizar el evento del concurso, y como la canciller Merkel es quien paga todo en Europa sacando la chequera, pues que pague ella, ¡hala, a votar a Alemania!
La canción de Alemania no tiene nada de especial. Más bien recuerda alguna canción antigua. La cantante tampoco es nada del otro mundo, pero ajustada a lo que se trataba de conseguir: uniformidad sin rasgos culturales nacionales de nadie.
Aún así, quedaron algunas canciones pasables, como las de Grecia, de Portugal y de Islandia. Sólo cinco se atrevieron a cantar en su idioma: España, Grecia, Portugal, Serbia e Israel. Es lo que queda de multiculturalidad y autoestima en una Europa unificada, igualada y manipulada. Los demás ni se distinguían ya entre sí.
Así que con todo no sorprendió en exceso que ganara Alemania. Grecia y Portugal están como para financiar el concurso del año que viene, a parte de que Portugal nunca llega a puestos muy altos. Y el nuevo sistema de votación seguía sin duda consignas claras: votar a Alemania, que es quien paga en Europa, pero sin que se note demasiado, y votar más a países occidentales, que son los que al final pagan también, aunque menos, así que puntos sí, pero menos. También parece bastante evidente que el público sólo decide los puntos 1 a 7, mientras que los tres votos de 8, 10 y 12 puntos quedan reservados a las decisiones políticas, ya que son los puntos que deciden quienes pueden ganar. Foto: Hera Bjork de Islandia, una de las pocas canciones pasables.
Lo que encima pasó a España ha sido de traca: Un catalán con gorra catalana reventando la actuación. Me pregunto para qué se paga a tantos seguratas para que luego se pueda colar un tipejo archiconocido en ciertos ambitos, un espontáneo profesional. La canción de Daniel Diges es simpática, aunque no es para tirar cohetes, y al menos consiguió un puesto digno comparado con las de otros años, aunque seguramente lo mismo daba que pudiera repetir la actuación debido al incidente. Foto: Lena Meyer-Landrut, la ganadora.
Ya se sabe que en Eurovisión no cuenta la calidad ni la originalidad, sino tener amigos vecinos, aunque antes estos amigos eran enemigos acérrimos. Este festival ha sido realmente una invitación a no verlo más. Las votaciones no son limpias, y la misma Lena de Alemania acabó hablando en alemán sobre el escenario diciendo que no se lo podía creer y que se estaba volviendo loca, que esto no puede ser cierto.
Sería mejor que establecieran como regla que cada país cante en su lengua oficial y que las votaciones sean realmente libres y ajenas a vecindades o intereses varios. Lo que debería primar es la calidad de una canción, no un interés político. Si realmente votaran sólo los espectadores, no creo que las votaciones serían tan políticas.
Lo que también resulta cada vez menos agradable es la velocidad con la que se desarrolla el evento. Ni se informa sobre los cantantes ni sobre la ciudad anfitriona ni se deja tiempo para unas votaciones más pausadas. Tanta prisa impuesta por el gran número de países participantes quita mucha solemnidad al festival, y la supresión de la música en directo también rebaja la calidad del espectáculo. Es lo que tiene la masa, la calidad se resiente. Foto: Filipa Azevedo, Portugal; buena canción cantada en portugués.
Al fin y al cabo, el festival no es sino un reflejo de la realidad europea. Una Europa decadente que se rige por criterios económicos y comerciales, sin diversidad ni autoestima. Igual da.
1 comentario:
La votación 100% del público era así hasta hace un par de años, y lo han cambiado al método mixto precisamente para acabar con las "vecindades" y parece que un poco lo han conseguido porque desde hace 2 años dejaron de ganar siempre los países del este. Por lo demás de acuerdo en todo.
Un saludo.
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