Según los astrólogos griegos, el año de 2010 se produce un acontecimiento casi único, ya que sólo sucede una vez cada 4.500 años: Nuestro sistema solar cambia de signo de zodíaco y entra en el signo de Piscis. También se darán unas constelaciones astrales curiosas por el alineamiento de varios planetas, sobre todo de Marte, Urano, Plutón, Saturno y Júpiter.
Según las interpretaciones de estas constelaciones, entramos en una etapa en la que prevalecen los ideales sobre lo material (sobe todo por la influencia de Urano) y que suponen que los hombres en general tiendan a dar fin a este estancamiento que sufrimos desde hace algo más que veinte años y que los cambios políticos de la caída del telón de acero no han podido superar a pesar de la apertura de nuevos mercados y un crecimiento exagerado de la economía, pero, no obstante, han arrastrado redes de corrupción y un estamento de políticos de los antiguos regímenes que no son sino un estorbo para el progreso de las sociedades europeas.
El año pasado estuvo marcado por la crisis económica, que ya comenzó a notarse a finales de 2007 y que en España se esperaba que se produjera incluso sin factores externos como la crisis financiera iniciada en Estados Unidos, pues ya en 2004 se sabía que en 2008 tenía que llegar el fin del auge de la construcción y el subsiguiente sobrecalentamiento de la economía española. Además, han salido a la luz nuevas redes de corrupción, lo que demuestra que algo en nuestros sistemas políticos funciona mal, pero que muy mal.
Los malos augurios económicos se anunciaban, por tanto, mucho antes de que el gobierno de ineptos presidido por Pepe Luis Rodríguez Zapatero reconociera lo que ya en marzo de 2008 era notorio, y por mucho que intente disimular, los principales organismos internacionales siguen con sus predicciones nada halagüeñas para España:
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) pronostica para el cierre de 2009 una caída del PIB español en un 4,2%, un crecimiento del 0,3% para 2010 y de un 0,9% en 2011.
Según la OECD, la tasa de desempleo rondará el 19%, y se advierte de los riesgos de combinar un elevado déficit con una población envejecida.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que España seguirá en recesión el año que viene y calcula un recorte del 0,7% para el PIB nacional. El organismo pronostica que el desempleo afectará al 20,2% de la población activa, en línea con el resto de grandes instituciones.
Las cifras que maneja la Comisión Europea (CE) están igualmente lejos de ser positivas. Bruselas cree que España seguirá destruyendo empleo, aunque a menor ritmo, hasta finales de 2011. Dentro de dos años, la tasa de desempleo alcanzará el 20,5% y el PIB registrará un ligero repunte del 1% con un fuerte incremento de la deuda pública. El déficit superará el 10% al cierre de este ejercicio.
Estas previsiones están totalmente en línea con lo que pronostiqué en este blog hace exactamente un año: “No cuento con una recuperación real antes de 2011-2012. Mientras tanto habrá altibajos, momentos que dan esperanza y momentos que hunden la esperanza. Los políticos seguirán sin saber qué hacer, sólo hablarán.”
Como es habitual, estas previsiones contrastan con el optimismo del presidente del Gobierno, cuyo mensaje de Año Nuevo era una reiteración del discurso dictado, sin duda, por su gabinete a Su Majestad el Rey en Noche Buena.
Como ya ha hecho en tantas ocasiones, aseguró que el país saldrá de la recesión este año y que, incluso, podría empezar a crear empleo en los próximos meses. Según Zapatero, estamos en un momento de “tránsito” entre la recesión y la recuperación. Son ampliamente conocidas las repeticiones de sus afirmaciones de hace un año, de hace nueve meses, de hace seis meses –y para qué seguir enumerando- de que ya habíamos tocado fondo y que estábamos ya en vías de recuperación. Está claro que lo único que transita es la mente de nuestro primer ministro tan dada a ver colores donde todo parece más negro que las tinieblas del Castillo de Drácula en una noche de otoño.
Lo más fuerte del estadista de los montes de León es esta nueva perla:
“España asume con su mejor entusiasmo la tarea de sacar a Europa de la crisis y sentar las bases de una economía más innovadora y sostenible, los principales retos que tendrá el mandato semestral de la UE que comenzó ayer.”
Toma castaña. Si aplica a Europa el mismo entusiasmo con el que ha negado primero y mal gestionado después la crisis económica en España, producto sobre todo de factores internos y sólo después de factores externos, Europa entera se tiene que poner a temblar de miedo. Zapatero se propone resolver los problemas en los demás países europeos, que desconoce por completo, en sólo seis meses de presidencia decorativa, cuando en España no a sido capaz de elaborar medidas eficaces en más de cinco años.
Y, desde luego, no tiene desperdicio su última creación terminológica de la “economía sostenible”, que nadie sabe muy bien lo que quiere decir. Sabemos todos lo que significa desarrollo sostenible, pero una economía sostenible no puede ser otra cosa que impedir que la economía se expanda y evolucione a su propio ritmo, porque viniendo de un socialista con clara mentalidad trasnochada inspirada en la revolución bolchevique de 1918, la revolución cubana de su camarada Fidel y la revolución bolivariana de su camarada Hugo, sólo puede ser equivalente a una economía intervenida por el estado, frenada constantemente por reglamentaciones restrictivas, por carencia de ideas para dinamizar la creación de empresas y de empleo y el aumento de la presión fiscal.
La presidencia española coincide con la puesta en marcha del Tratado de Lisboa y de los dos nuevos cargos que crea: el presidente estable del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, y la Alta Representante para la Política Exterior, la británica Catherine Asthon, que sirve para desmontar otra institución importante de la soberanía de los estados de la UE: los ministros de asuntos exteriores. Según Zapatero, además de este marco institucional, "Europa necesita algún cambio de más profundidad", como es que los ciudadanos "sientan más de cerca las instituciones".
Hombre, y sobre todo necesita que Zapatero dimita y permita así que el país sea gestionado por personas capacitadas y con ideas en lugar de dejarla en manos de Alicio en el País de las Maravillas.
Lo que no necesita Europa es la duplicación de cargos ni tampoco esta absurdidad de la presidencia por turnos, ahora obsoleta al existir un presidente del Consejo Europeo nombrado a dedo. Y hemos aquí una nueva demostración del mundo de colores en el que vive Zapatero. No existe esa cercanía entre las instituciones y los ciudadanos, sobre todo porque todos los altos cargos europeos se nombran a dedo y por períodos extremadamente largos. Además, su procedencia política no se corresponde para nada con las proporciones de los partidos presentes en el Parlamento Europeo, de modo que la realidad de la Comisión Europea o del Consejo Europeo se parece más al pacto entre Cánovas y Sagasta, entre derecha e izquierda, que se reparten los cargos de una forma nada coherente con la voluntad de los ciudadanos europeos. Está más claro que nunca que la UE es gobernada por poderes fácticos, hombres grises en la sombra, y que no tiene nada que ver con la democracia.
Lo que necesita Europa es más democracia, respetar la soberanía de los parlamentos nacionales, involucrar a los ciudadanos en las decisiones importantes mediante referendos (el Tratado de Lisboa es precisamente todo lo contrario del principio de que “todo poder emana del pueblo”) y ajustar la burocracia europea a las necesidades reales de la población, con menos regulación de la vida económica y más garantías para los ciudadanos en materia de seguridad social, derecho del trabajo, pensiones, libertad de movimiento y derechos civiles y políticos (¿por qué no un derecho de voto universal para todos los europeos empadronados en otros estados miembro distintos a su nacionalidad de origen antes que conceder dichos derechos a ciudadanos de terceros países por puros cálculos electorales?).
Un problema añadido de la mala situación económica en España será la baja calidad de la deuda. La escuela de negocios IESE calcula que los dos primeros trimestres del 2010, en general, van a ser peores que los dos últimos del 2009. Con una tasa de paro galopante y que duplica a la media europea, pocos se atreven a pronosticar una recuperación económica de España a corto plazo.
En esta misma línea, S&P, Moody’s y Fitch, las tres compañías más importantes de ratings, han rebajado la calidad de la deuda del Estado un escalón por debajo de la que tenía y nuestro país ya no puede presumir de la ansiada «triple A», lo que tendrá consecuencias para los tipos de interés y la refinanciación de la deuda.
Todo lo anterior son indicios para un año 2010 bastante complicado para la economía española, de modo que es muy probable que la recuperación no llegue hasta 2011 y que ésta no se note realmente hasta 2012, sobre todo si tenemos en cuenta que el gobierno socialista no ha tenido más ocurrencias que el Plan E, cuya tercera fase ha sido frenada por la UE por suponer un excesivo endeudamiento del estado. Sin embargo, faltan programas eficaces para reconducir la situación actual.
En lo político nos espera un año de incertidumbres, especialmente porque sólo habrá elecciones autonómicas e Cataluña y porque no se puede esperar que el principal partido de la oposición sea capaz de presentar alternativas interesantes. En Cataluña el panorama se presenta complicado al proponerse el partido de Rosa Díez competir con Ciudadanos para no sólo dividir el voto no nacionalista, sino para acabar con toda alternativa al nacionalismo. Desde hace tiempo estaba claro que Rosa Díez no está allí para mejorar la política en España, sino para afianzar el sistema actual de bipartidismo y favorecer a su antiguo partido y sus socios de gobierno.
Ojalá las constelaciones planetarias den algún impulso a esta situación nada clara y nos abran los ojos a los ciudadanos para tomar las decisiones que no son capaces de tomar nuestros representantes políticos y para salir del aburrimiento de una situación demasiado rutinaria.
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