Menos de la mitad de los irlandeses con derecho de voto acudieron a las urnas. El NO ha prevalecido con un 53,43% de los votos y el Gobierno se enfrenta a lo inevitable. El Tratado de Lisboa ha sido ya ratificado en 18 países miembro y continúan las discusiones sobre qué hacer tras este contratiempo.
La decisión de 1,5 millones de ciudadanos irlandeses parece tener consecuencias importantes para 500 millones de europeos. Es curioso que este resultado es tachado ahora de poco democrático porque un país pequeño bloquea un tratado que debe valer para 500 millones. La demagogia de los políticos de la oligocracia europea no parece tener límites. Hablan como si los 500 millones de habitantes desean este tratado, cuando en realidad no han sido preguntados.
Es más. El Tratado de Lisboa es esencialmente el mismo tratado que iba a sentar las bases de la Constitución Europea, sobre la que tampoco se dejó decidir al pueblo, sino sólo sobre un tratado previo regulador de esa constitución, y para colmo fueron sólo unos pocos estados miembro que convocaron referenda sobre el tratado, con el resultado conocido de Francia y Países Bajos.
Estos días se ha podido leer y escuchar que en el NO de Irlanda se trata de un NO a Europa. Esto es demagogia barata de la peor. Los irlandeses forman parte de la UE desde 1972, por lo que se les puede considerar casi un país fundador de la Unión, pues pertenecen a los primeros países adheridos con posterioridad a la fundación de la entonces CEE. Devaluar el voto irlandés calificándolo como un rechazo a Europa y una falta de agradecimiento por los elevados beneficios de su pertenencia a la Unión es tergiversar la realidad y mensopreciar a los ciudadanos europeos. Estoy seguro de que -si se celebraran más referenda sobre el Tratado de Lisboa- los Noes serían muchos más, pues la construcción europea se hace al margen de la voluntad y los deseos de los europeos.
Bruselas se ha convertido en una oligocracia que se parece cada vez más a una dictadura encubierta en la que mandan personajes como Javier Solana que parecen tener sus cargos a título vitalicio y cuyo nombramiento no responde tampoco a la composición del Parlamento Europeo, que actualmente tiene una mayoría conservadora-liberal de centro derecha.
Es precisamente el Parlamento Europeo que debería jugar un papel relevante en las decisiones de la Unión Europea, pero en realidad no tiene ninguna importancia relevante. Se parece más bien al Senado español y se dedica más a ratificar lo que han decidido en la Comisión que a elaborar la legislación europea desde las bases.
El NO irlandés se debe entender más bien como un NO a esa oligocracia, esa dictadura encubierta de la Comisión Europea y al tejemaneje de altos cargos con nombres cada vez más rimbombantes. El NO irlandés se debe entender como una apuesta por la participación popular en las decisiones que afectan a toda la Unión.
Uno de los argumentos de la oligocracia de burócratas en su torre de marfil es que si se sometieran las decisiones importantes a los pueblos europeos, no sería posible avanzar con la construcción europea, pues cada No supone un revés. Pero digo yo que someter a referendum los tratados de relevancia obligaría a los políticos a redactarlos de forma que respondan a los deseos de los europeos y no a los deseos de crear cada vez más privilegios y cargos aparentemente vitalicios ajenos a la voluntad pòpular y la composición del Parlamento Europeo.
En lugar de ser cada vez más democrática en su funcionamiento, la Unión Europea se parece cada vez más a un sistema feudal en el que se reparten los privilegios y los ingresos según el poder que cada grupo ejerce en esta Unión. Mientras se reparten los privilegios en Bruselas, se deja que los pueblos dediquen sus energías a discusiones lingüísticas, separatistas sobre campeonatos deportivos y eventos similares en lugar de prestar atención a lo que se cuece en Europa.
El NO de Irlanda debe ser una lección para que los pólíticos reflexionen sobre su manera de hacer las cosas al margen del pueblo. Decir ahora que Irlanda se debe ir si no quiere dar el Sí al tratado es, cuanto menos, una insolencia. Lo que toca ahora es rehacer el tratado y limitarlo a cuestiones fundamentales. Por mi parte, estoy con Irlanda. El No al Tratado de Lisboa es un No a la oligocracia europea.
2 comentarios:
hace falta una redefinición de la UE que queremos, si queremos que no se destruya, claro.
Si se pudiera votar en todos los países, el NO sería mayoría.
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