El
fracaso de la tercera candidatura olímpica de Madrid es una muestra más
de lo mal que se gestiona España. No por mucho insistir mejora la
percepción en el exterior de cómo se gobierna en España.
Los responsables de
Madrid 2020 no sólo apostaron por una candidatura de bajo coste en la
absurda creencia de que el Comité Olímpico Internacional valoraría ante
todo que no se iba a gastar dinero en los Juegos Olímpicos por razones
de la crisis económica, que no afecta a todos los países del mundo y no
es tan profunda en todos los países con crisis económica como en España,
sino además parece haber confiado en que tendrían en cuenta las dos
candidaturas anteriores y las obras ya iniciadas y/o terminadas para una
futura sede olímpica. Craso error.
No sólo ganó la
propuesta más vanguardista de Tokio (sólo hay que comparar el estadio
olímpico proyectado con el plan de reciclaje del abandonado estadio de
La Peineta de Madrid), sino también la desventaja de Madrid frente a
ciudades junto al mar, sólo superable con instalaciones acuáticas
deslumbrantes, algo que en Madrid es problemático al disponer sólo de un
río de escaso caudal. Además, el haber propuesto tres subsedes en la
costa supone una dispersión de la actividad olímpica que no se daría en
Estambul ni se dará en Tokio, donde todas las instalaciones olímpicas se
situarán en un radio estrecho alrededor de la bahía de la ciudad. Por
lo tanto, la propuesta de Madrid tendría que haber sido un proyecto
urbanístico y de infraestructuras acuáticas de mucha inversión, algo que
por ahora España no es capaz de financiar.
En algunos medios se habla ahora de la injusticia del COI. Pero la injusticia
es que Madrid tenga la alcaldesa que tiene y el Comité Olímpico español
un presidente como el que tiene. Una candidatura de bajo coste para
hacer creer a la gente que no costaría nada no es lo que espera el COI
de las ciudades candidatas.
Puede parecer
injusto que ni a la tercera Madrid logró ganar, pero como dice el
proverbio: Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.
Un problema es
que en España la formación profesional deja bastante que desear, una
carencia que también afecta a las universidades, muchas veces meros
centros de "dictar" contenidos académicos de poca relación con la
realidad. Y allí donde se forman buenos profesionales, al final sólo se
exportan profesionales bien preparados a otros países al no ofrecer
España posibilidades de encontrar trabajo remunerado adecuadamente. Por
otro lado sólo parecen llegar a los más altos puestos los menos
preparados, los más corruptos, los más enchufados. Ya lo pudimos
comprobar en la rueda de prensa del viernes en Buenos Aires, con
bochornosas intervenciones e incoherencias de la alcaldesa de Madrid y
el presidente del Comité Olímpico Español, ninguno de los dos con
conocimientos básicos de inglés ni siquiera para entender lo que se
preguntaba. Y lo peor de todo fue la intervención de los citados
personajes en la presentación oficial, que -como ya comentó S.A.R. la
Infanta Doña Pilar- es puro teatro, porque todo el pescado ya estaba
vendido, una presentación que no pudo salvar ni siquiera S.A.R. el
Príncipe Don Felipe.
Está claro que el funcionamiento tradicional
del sistema de partidos es obsoleto. No sólo hace falta un régimen
interno de elecciones primarias y limitación de mandatos, sino también
los mismos afiliados tienen que tener claro a quien elegir para ser
candidatos. Los partidos tienen que preparar a sus bases y a sus
dirigentes para que sean capaces de asumir cargos y elegir a sus
candidatos y dirigentes siguiendo criterios de suficiente nivel cultural
y profesional para una futura gestión de las instituciones en caso de
ser elegidos.
Madrid 2020 ha
dejado a la vista de todo el mundo que es urgente una renovación de la
política y que se deje paso a personas que no vean la política como
prebenda vitalicia, sino como servicio a la comunidad y como reto para
que España pueda estar a la altura de otros países. Crear crisis
artificiales con otros países por disputas trasnochadas nacidas hace
varios siglos o plantear independencias de regiones sin base histórica
alguna no es el camino más adecuado para ganarse la estima y admiración
de otros países. Sólo son una muestra más de falta de visión y de
grandeza.
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